Hace una semana, en el descanso entre Anatomía Patológica y Microbiología, mi compañera Maite me habló sobre un trabajo voluntario que se podía hacer en Ética sobre la posverdad. Debí de faltar a aquella clase porque en mi vida había oído esa palabra; sin embargo el mero término consiguió que me picara la curiosidad, esto es, pos (después de), y verdad, la designación que se hace a la coincidencia entre una afirmación y los hechos, entre una afirmación y la realidad.
Antes de buscar el verdadero significado de “posverdad”, especulé sobre este término basándome en su etimología. En un primer momento, pensé que la posverdad podía referirse a un concepto que describiera la sensación que uno siente tras descubrir una verdad de la que no era consciente: aquella fuerza que lleva a compartir con los demás esa verdad—nueva y buena—descubierta. Como ejemplo, pensé en El mito de la caverna de Platón: unos prisioneros están encadenados de tal forma que sólo pueden ver el fondo de la cueva, donde se proyectan unas sombras de objetos manipulados por hombres. Estas sombras son la única referencia que los prisioneros tienen del mundo exterior; las sombras son su mundo, su realidad.
Un día, uno de los prisioneros es liberado y se le permite ver la realidad entera fuera de la caverna. Posiblemente su reacción sea de temor ante esta realidad, y le costará acostumbrarse a esto después de toda una vida de encierro, pero finalmente acabaría por entender el gran engaño que era la caverna, y no cabe duda de la necesidad que este hombre sentiría por volver y compartir al resto lo que había visto.
Después de teorizar durante cierto tiempo, me dispuse a buscar el verdadero significado de “posverdad”. Convencida de que mis sospechas estaban en lo cierto, me llevé una sorpresa al comprobar que mi teoría no guardaba ninguna relación con el verdadero concepto: “La posverdad, también llamada mentira emotiva, describe la situación en la cual, a la hora de crear y modelar opinión pública, los hechos objetivos tienen menos influencia que las apelaciones a las emociones y a las creencias personales”. El origen del término se atribuye al bloguero David Roberts, el cual utilizó el concepto en 2010 en uno de sus posts, y seis años después fue considerada la palabra del año por el diccionario de Oxford.
El concepto de posverdad se aplica sobre todo en el ámbito de la política, donde es común que se ignoren hechos ocurridos para apelar directamente a las emociones de la gente, y suele ir acompañada de la teoría de la conspiración (“todo el mundo está contra mí, y yo soy bueno, pero son los factores externos los que quieren que yo parezca mala persona”). Los ejemplos que encontré sobre la posverdad estaban todos relacionados con la política o con hechos históricos (como por ejemplo que Barack Obama fue acusado de no haber nacido en EEUU, requisito indispensable para ser presidente), pero a mí me interesaba más que los ejemplos trataran sobre algo más actual. Y entonces pensé en la famosa ideología de género, en primer lugar porque se trata de un tema muy relevante en la actualidad, y en segundo lugar, porque siempre he pensado que hasta el nombre de esta ideología tiene parte de mentira. Aún así al consultar la palabra “género” en la Real Academia Española (RAE), me llevé una sorpresa mayúscula. La actual definición de “género” es la siguiente:
“Grupo al que pertenecen los seres humanos de cada sexo, entendido este desde un punto de vista sociocultural en lugar de exclusivamente biológico”.
Queda claro por tanto, que esta palabra ya no significa lo que antes significaba. Tradicionalmente, la palabra “género” se ha utilizado gramaticalmente para designar la identidad (el género) de un objeto: masculino, femenino o neutro. La RAE ha cambiado el significado de esta palabra como mera concesión a la ideología de género imperante, probablemente por la manipulación de la sociedad, que a base de repetir una idea hace que dicha idea se convierta en realidad, aunque no sea verdadera. Todo esto me recordó a la neolengua de 1984, de George Orwell. ¿Cuál es la motivación que lleva a cambiar el significado de esta palabra? Creo que el fin es sustituir la palabra sexo por la actualizada acepción de la palabra “género”, de manera que se elimina lo puramente biológico de la cuestión, y todo se reduce al sentimiento de la persona: “aunque mi biología sea de sexo femenino, si me siento hombre, se me considerará hombre”. Y aquí es donde vemos la relación entre la posverdad y la ideología de género: se afirman declaraciones que no son verdad, pero se aceptan igualmente porque se adecuan a las emociones y sentimientos de las personas.
Hoy en día se le da demasiada importancia a lo que uno siente, y a la hora de hablar debemos ser cuidadosos para no herir los sentimientos del prójimo. Está de moda el guardar silencio por miedo a ofender, pero está llegando demasiado lejos, puesto que debido a esto callamos verdades. Es cierto que hay que respetar, pero “sentirse” algo no es un argumento válido para justificar que eres de un sexo o de otro: sin ir más lejos, decir que me siento caballo no me convierte en uno. Siguiendo la regla de tres de la ideología de género, habría que animar a las mujeres con anorexia nerviosa a seguir adelgazando ya que estas se sienten demasiado gordas.
La ideología de género pretende llegar a la libertad total de la identidad sexual, pensando que de este modo se alcanzará, de alguna forma, una sociedad más feliz. ¿Cómo no pensar en la novela de Aldous Huxley, Un mundo feliz? El mundo aquí descrito es una utopía en la que la humanidad es desenfadada y avanzada tecnológicamente. La guerra y la pobreza han sido erradicadas, y todos son felices, pero la ironía es que todas estas cosas se han alcanzado tras eliminar muchas otras: la familia, la diversidad cultural, el arte, la religión…
Todo lo anterior no hace sino poner de manifiesto, que gran parte de la sociedad prefiere antes vivir bajo el cobijo del engaño, un engaño autoimpuesto y artificioso, antes que enfrentarse a la verdad, por muy incómoda que esta a veces nos pueda resultar. Pero ya se sabe, en algunos casos, la ficción supera a la realidad.